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Por: Ramón Elejalde Arbeláez

 

A todo esto la reacción gubernamental es nula. No hay incentivos, no existen estímulos, la comercialización la hacen, especialmente en la panela, los vivos de turno.

Todos los días es más fuerte el clamor de los campesinos ante la gravísima situación por la que están atravesando. Por razones de mí actividad he podido percibir directamente los problemas que hoy padecen renglones de la economía como la producción cafetera, la lechera y la panelera, para no citar otros casos, que no conozco directamente.

Los cafeteros se quejan de los elevados costos de los insumos requeridos para abonar sus cultivos y para combatir las plagas de los mismos. Sí bien el dólar ha subido, lo cierto es que la producción se reducirá dramáticamente por la sequía que el fenómeno del niño ha producido en el País. La cosecha de fin de año será sumamente pobre y los cafeteros no alcanzarán a pagar sus deudas con las entidades crediticias y con sus proveedores. Insistir en decir que el gobierno tiene que salir al respaldo de un producto que ha sido el sostén centenario de nuestra economía campesina, es repetir algo que todos ya conocemos, pero que parece el gobierno no recuerda a pesar de los años que el presidente JUAN MANUEL SANTOS sirvió a la FEDERACIÓN DE CAFETEROS.

Los productores de leche también atraviesan, especialmente en ANTIOQUIA una difícil situación. Primero fue el efecto que sobre las compras de la principal comercializadora de la leche en ANTIOQUIA, COLANTA, produjo la perdida de una licitación con el INSTITUTO COLOMBIANO DE BIENESTAR FAMILIAR. COLANTA perdió una licitación para continuar proveyendo de leche a los niños de COLOMBIA y este fenómeno se trasladó a los productores. Cuando se logra solucionar el problema de COLANTA aparecen las sequías del fenómeno del niño que afectó duramente los pastos y por consiguiente la producción lechera en algunos lugares de COLOMBIA, especialmente de ANTIOQUIA.

Finalmente viene el problema de los paneleros. De un lado el INVIMA, con sobrada razón, los obliga a mejorar sus artesanales sistemas de producción y a que saquen un producto limpio, apto para el consumo humano. Pero los paneleros no pueden asumir esas transformaciones de sus trapiches por cuanto el precio de la panela es ruinoso, como que su producción no alcanza a cubrir los costos de la misma. Se ha llegado al extremo de que en algunos lugares de ANTIOQUIA han preferido suspender la molienda para no seguir perdiendo dinero, a sabiendas de los costos sociales que una medida de estas trae, pues es un rubro de la economía que requiere de mucha mano de obra. Pero además a sabiendas de que la caña se les va a pasar y no va a ser apta para moler. Los paneleros arrastran otro terrible karma, los derretideros de azúcar que producen una especie de panela que es de menor valor nutricional y nefasta competencia para los paneleros.

A todo esto la reacción gubernamental es nula. No hay incentivos, no existen estímulos, la comercialización la hacen, especialmente en la panela, los vivos de turno.

Hoy, cuando las NACIONES UNIDAS dicen que se han incrementado asustadoramente las hectáreas de cultivos ilícitos, el gobierno debería pensar que la dramática situación del campo lleva a los campesinos a buscar cultivos rentables. ¿No habrá ligado el gobierno un fenómeno con el otro? Sería una torpeza.

 

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