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Por: Ramón Elejalde Arbeláez

Gustavo Álvarez Gardeazábal afirma que “los contratistas financiadores, son los nuevos dueños del poder político en las ciudades y departamentos. Por eso ya no hay jefes ni caudillos en los partidos” (blog Caliescribe.com). Dura realidad que no podemos soslayar. En algunas ciudades y poblaciones colombianas los candidatos no representan partidos o movimientos políticos, sino intereses de contratistas de obras, proveedores o simples vividores de los erarios públicos.

Hay contratistas o proveedores que ya tienen copados a algunos partidos, son ellos los que les dan las órdenes a los políticos regionales y locales, quienes ya poco atienden a las directivas nacionales. Son los que ponen la plata y por tanto ponen las condiciones. El poder económico genera poder político y este caso no es la excepción. De tan triste realidad no se escapan ni las ciudades capitales como Medellín, donde el voto de opinión es muy determinante. Pero aquí no es exótico encontrar candidatos con alforjas repletas de dinero, financiados por el dueño de la contratación de entidades estatales, quien insiste en  seguir “chupando” del erario más y más dinero. Desde lejos se vislumbran las fauces insaciables de contratistas y patrocinadores que en gobiernos de ingrata recordación, demostraron su capacidad para corromper las entidades oficiales en el trámite de influencias, de la compra-venta del poder, del saber, de las influencias, de las ideologías.

Las autoridades electorales y judiciales no pueden tranquilizar a la opinión pública con simples declaraciones rimbombantes donde anuncian “investigaciones exhaustivas” que no terminan en nada.

Es de dominio público el hecho de que en muchos pueblos hay candidatos repartiendo dinero y regalos por doquier. Candidatos que pagan cifras deslumbrantes a quienes les ayudan a recoger  firmas y a convocar reuniones con ostentoso derroche de dinero. Las autoridades deben estar al tanto de tan peligrosas  situaciones que son de dominio público. Con algunos casos deben ejemplarizar, para que el mal no haga metástasis.

Antes de decidir por quién votar,  el ciudadano debería saber: ¿Quiénes arriesgan tanto dinero para ganar las elecciones, cómo podrán recuperar semejante apuesta?  ¿De dónde está saliendo tanto dinero? ¿Quién lo aporta? ¿Con cuáles fines?

El fracaso de los países se origina cuando el pueblo elige gobernantes que se enriquecen fácilmente en el poder y llenan aún más las alforjas de sus mentores.

La fiscalía debe constituir un bloque de búsqueda contra estas prácticas corruptas y clientelistas. Además el pueblo tiene la opción de darles la espalda a candidatos avivatos que buscan su personal beneficio,  el de sus financiadores y no el de la gente. No votemos por candidatos fletados.

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