Por: Ramón Elejalde Arbeláez
El pueblo colombiano ha levantado su voz de protesta por el asesinato de once soldados en el departamento del Cauca. La ofensa al pueblo en tan patéticas circunstancias de modo, tiempo y lugar, han conmocionado a la opinión pública y no es para menos.
No es concebible que en combate a campo abierto se abatan y asesinen tantos militares sin que del otro lado se presenten bajas. Lo que se sabe, apunta a que fue una emboscada, un ataque a mansalva y sobre seguro a un ejército posiblemente convencido de una tregua unilateral de las FARC.
Si realmente el proceso de paz venía caminando con éxito, es inconcebible que las FARC cometan actos tan execrables y repudiables, cuya naturaleza mina la confianza de la ciudadanía, resta legitimidad al proceso y debilita la posición del gobierno, tan convencido de lograr la paz. Las FARC nuevamente lograron unificar a los colombianos en su contra, mientras los avances anunciados parecía llenarnos a todos de esperanza.
Quienes hemos creído en la posibilidad de lograr la paz mediante el diálogo, vivimos el sentimiento solidario para acompañar a las familias de los héroes caídos. Quienes defendemos con empeño y convicción los actuales acercamientos, sentimos la desazón, la impotencia y la rabia por la torpeza política, por procedimientos tan crueles e inhumanos. Matar por matar no es digno de un ser racional ni de quien se dice revolucionario que busca una patria mejor. Eso es simple bandolerismo.
Reconquistar la confianza que los colombianos habíamos fincado en el actual proceso de paz, no será fácil. Convencer a la comunidad internacional que ya tañía campanas para anunciar la designación de un agente especial de los Estados Unidos para esos diálogos; o el anuncio del Papa Francisco de visitarnos para respaldar el proceso; o los comunicados de tantos jefes de Estado comprometidos con el final del conflicto, será dispendioso y complejo.
Más creatividad y menos cinismo necesitarán las Farc para enmendar el desastre que nos agobia. Si realmente existe un compromiso y una decisión por lograr la paz, es necesario acortar términos y tomar decisiones valientes para que los resultados se produzcan ya. Sería la mayor frustración para el pueblo colombiano y para el mundo entero, que los pasos dados hasta hora se vieran frustrados por tan inútil, violenta y torpe actuación.
A los familiares de los soldados caídos, total solidaridad. Al gobierno, firmeza con persistencia en la búsqueda del valor superior de la paz. A las FARC, que escuchen el clamor del pueblo: sin su apoyo, cualquier revolución es inútil, es vana.
Notícula: Estos tristes y violentos episodios llaman a varias reflexiones: 1- Los protocolos de seguridad en las guarniciones militares no se pueden flexibilizar bajo ningún pretexto. 2- Hacer politiquería dividiendo a las fuerzas armadas o pretender ponerlas contra el gobierno, es jugar con candela y 3- Sacar provecho político sobre los catafalcos de los caídos, es mezquino.