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Por Ramón Elejalde Arbeláez

Entender el comportamiento de la opinión pública y su reacción frente al acontecer nacional, no parece fácil y, lo que es peor, no es nunca la más lógica ni la más esperada. Para analizar este tema es bueno dejar claro que la realidad nos muestra una violencia superior de bacrimes y de delincuencia común, que de las Farc. Una irrefrenable corrupción en todos los niveles del Estado y una delincuencia callejera que nos hace sentir más inseguridad que la real, son fenómenos delincuenciales superiores y más catastróficos que los que producen las Farc, que de paso hay que decirlo, no son ningunos angelitos.

Conozco encuestas que muestran una gran paradoja como la de culpar a las Farc de todos nuestros males, pero por otro lado señalar que es la delincuencia de las bacrimes, la delincuencia callejera y  la corrupción, los fenómenos delincuenciales que más nos impactan. Ya para el programa “Nos cogió la noche”, del canal Cosmovisión, una de esas encuestas las había analizado con otros estudiosos del tema, en forma detallada.

Ahora sucede en la vida de la nación una paradoja de éstas: Mientras el doctor Álvaro Uribe Vélez recibe de la Justicia colombiana la noticia de que cinco de sus más cercanos colaboradores fueron condenados con largas y ejemplares penas, la opinión pública premia al expresidente al subirle su imagen favorable de 47 % al 59 %, en un vertiginoso incremento de 12 % (Encuesta Gallup Poll). En cualquier democracia normal, la opinión tendría severamente castigado al gobernante a quien tantos subalternos la Justicia le ha cuestionado. Entre nosotros eso no sucede.

Por el contrario, el presidente Juan Manuel Santos, tan empeñado en lograr la paz frente a una cruenta guerra que ya va para sesenta años, recibe el más duro castigo de la gente al ver desplomada su imagen a niveles nunca sospechados. Ha pasado del 43 % al 29 % y las redes sociales se ocupan de él como si fuera un instrumento de las Farc y no el presidente de los colombianos.

Toda esta historia, para concluir que siguen siendo las Farc el núcleo a través del cual nos movemos los colombianos y ese epicentro del mal, fue un afortunado logro del Gobierno de Álvaro Uribe, quien concitó en torno al rechazo a las Farc, a toda la opinión ciudadana.

El cruel y torpe asesinato de once militares indefensos en el norte del departamento del Cauca ha sido el viacrucis de Santos y el resurgir de un Uribe, que por fin comenzaba a desplomarse en las encuestas y que supondría uno que los últimos hechos judiciales lo desmoronarían totalmente. No fue así. La subversión, una vez más, tiene una influencia para bien o para mal en los asuntos de Colombia. En varias ocasiones, bien por acción o bien por omisión, ya han elegido presidentes de Colombia.

Lo complejidad de todo esto está en que tanto la opinión ciudadana, como las Farc son indecibles o inefables.

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