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Por: Ramón Elejalde Arbeláez

A estas alturas del proceso de paz que en La Habana realizan el gobierno nacional y el grupo subversivo de las Farc y frente a la inminente discusión de temas álgidos como los de víctimas, desmovilización, dejación de armas y reinserción a la vida civil, la nación está en la obligación de definir si realmente busca una justicia que garantice la reconciliación de todos los colombianos o si por el contrario lo que se quiere es la justicia como venganza. La línea divisoria entre justicia y venganza en algunos casos es casi imperceptible y buscar ahincada y furiosamente la aplicación de ésta nos puede llevar simplemente a clamar venganza y sin saber que ese clamor impide el perdón. Lamentablemente sin perdón no se puede hablar de reconciliación.

El expresidente César Gaviria Trujillo en su artículo en el periódico el Tiempo de 15 de los corrientes, titulado “Justicia transicional para todos” generó una aguda controversia entre los colombianos, cuando propuso que a guerrilleros, empresarios, militares, políticos y todos los involucrados en el conflicto que este país padece hace cerca de cincuenta años, se le aplique justicia transicional. Bien lo ha dicho el especialista en resolución de conflictos Pedro M. Vargas Núñez, que “Los colombianos debemos aprender que no todo se soluciona con cárcel, que es una venganza y una retaliación: lo que en últimas ha perpetuado nuestra guerra”.

Si optamos por aceptar el procedimiento del diálogo para lograr la paz, es imposible pretender creer que la subversión, no derrotada militarmente, pacte la paz a cambio de cárcel. Es ilusorio apreciarlo así. Lo que los colombianos tenemos que buscar es salidas inteligentes, que nos permitan armonizar la firma de una paz duradera, con el derecho y la comunidad internacional. El ejemplo de Suráfrica es bien diciente y la visión de un estadista como Nelson Mandela llevó a esa nación africana a encontrar caminos de reconciliación. El arzobispo Desmond Tutu, compañero de Mandela en la lucha por la paz surafricana, afirmó que para alcanzar una paz duradera se requería de “la necesidad de buscar entendimiento en lugar de venganza, reparación en vez de retaliación, y sanar en lugar de victimizar”.

La comunidad internacional y los tribunales supranacionales no pueden condenar a Colombia a mantener una guerra cruel y despiadada por más años de los que ya llevamos. Ellos deben entender que la derrota de la subversión no está cerca y que para satisfacer incisos no se le puede pedir a una nación que siga poniendo muertos y mutilados. Si en cincuenta años, en el conflicto más antiguo del mundo, no ha sido posible una derrota militar de la subversión, es imperioso el diálogo, la paz y la reconciliación de los colombianos.

El momento exige buscar un término justo entre una justicia inalcanzable y una venganza torpe y dañina. La paz invita a reflexionar con desapasionamientos las propuestas del expresidente César Gaviria Trujillo.

 

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