La FIFA, ¿transnacional del crimen? (EL MUNDO)

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Por Ramón Elejalde Arbeláez

La Federación Internacional del Fútbol Asociado, FIFA, institución que regenta el más popular de los deportes en el mundo, ha sido muy cuestionada por la adjudicación de varias sedes para realizar los mundiales de este deporte e igualmente por los procedimientos utilizados para adjudicar transmisiones de sus eventos deportivos. Las acusaciones contra la FIFA se han extendido a sus confederaciones en los distintos continentes y a algunas federaciones nacionales que han seguido, lamentablemente, el ejemplo de sus jefes.

La corrupción en la FIFA se inició en la década del noventa y ameritó que el poderoso FBI de los Estados Unidos comenzara a husmear lo que sucedía en esta institución por allá por el año 2011. Luego fue la Fiscalía de Nueva York la que continuó las pesquisas contra esta igualmente poderosa Federación. Las primeras noticias apuntaban al cobro de sobornos por más de cien millones de dólares a miembros de la FIFA con el fin de obtener derechos de transmisión y publicidad en torneos de fútbol en Estados Unidos y en Latinoamérica. La segunda alarma se prendió con las adjudicaciones de las sedes de la Copa Mundo de Rusia (2018) y de Catar (2022).

El cohecho, el fraude, el lavado de activos, el pago de coimas se habían convertido en el fácil expediente de los dirigentes del fútbol para hacer dinero fácil y rápido. Su presencia supranacional, sus normas de no permitir la injerencia de los Estados en sus decisiones, en fin, su omnipotencia en el manejo del fútbol llevó a los principales dirigentes del balompié a excederse en sus comportamientos ilegales y extradeportivos. Era tal su poderío que creyeron que no existía poder alguno para someterlos y llevarlos a la Justicia. Se equivocaron cuando utilizaron a los norteamericanos para mover sus dineros y eso le permitió a los gringos poner en marcha su aparato judicial contra los que hasta ese momento parecían intocables.

Hoy hay cerca de cuarenta exdirectivos de la FIFA o sus confederaciones asociadas que están privados de la libertad o con órdenes de captura internacional y más de ocho directivos mundiales que están suspendidos por las mismas instituciones internas de la Rectora Mundial del Fútbol. Pero según los conocedores del tema, los nombres son más y aún más los que puedan salir en cada federación nacional, si las autoridades de esos Estados se arriesgan a investigar.

Se ve con tristeza que la cascada de capturas y órdenes de detención sobre un número tan elevado de directivos parece no haber generado un cambio ni en la FIFA ni en las confederaciones de cada continente, ni en las federaciones nacionales. Parece que todo cambió para que nada cambiara. Salió mal salido el superpoderoso presidente Joseph Blatter y en su reemplazo se designó a Gianni Infantino que a pocos meses de tomar posesión le aparece la primera acusación seria de estar incurso en hechos irregulares que seguramente averiguarán las autoridades competentes. Dice la B. B. C. de Londres el cinco de los corrientes: “El nuevo presidente de la FIFA, Gianni Infantino, firmó un contrato con dos hombres de negocios acusados de soborno, revelan documentos que se filtraron dentro del caso de los Panamá Papers. […] El acuerdo del máximo dirigente del fútbol mundial fue con Hugo y Mariano Jinkis (padre e hijo), quienes compraron los derechos de televisión de la UEFA Champions League e inmediatamente después los vendieron por casi tres veces el precio que pagaron. El contrato de 2006, que fue firmado por Infantino cuando era directivo de la UEFA, es uno de los 11,5 millones de documentos filtrados de la firma panameña Mossack Fonseca”.

 

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