Desertar de la universidad

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Las oscuras nubes que se ciernen sobre las Instituciones de Educación Superior –IES-, muy especialmente sobre las privadas, a raíz de los efectos de la pandemia que padece el mundo, ha generado alertas y preocupaciones. Es apenas obvio ante la amenaza cierta de una deserción escolar que el Ministerio de Educación calcula para el próximo semestre en un 25 % y que algunos opinadores incrementan hasta el 50 %. Con uno u otro o con un resultado intermedio entre ambas perspectivas, el futuro de las universidades es incierto.
Las IES están proponiendo descuentos en sus matrículas, que las circunstancias no lo permitan, en algunos casos causará una carnicería a dentelladas por captar más estudiantes. El Gobierno ha anunciado billonarios recursos para apalancar a estos centros de educación superior y a los alumnos que tienen dificultades económicas, especialmente los de los estratos 1, 2 y 3. Estos dos esfuerzos, IES–Gobierno, deben armonizarse para que los resultados sean más efectivos. Es una gran oportunidad que tienen estos establecimientos de brindarles apoyo a sus alumnos y no simplemente una oportunidad por captar matrículas.
A este esfuerzo se deben sumar los padres de familia y los mismísimos alumnos. No es posible que universidades, incluyendo sus docentes y sus directivos y Gobierno aúnen esfuerzos y ellos decidan eludir las responsabilidades que tienen con su universidad, con la sociedad y con ellos mismos.
Ninguna de las IES estaba preparada para el fenómeno que sucedió, salvo las que brindan educación virtual. A marchas forzadas fue preciso poner en práctica la educación presencial asistida o remota, como un mecanismo para seguir impartiendo educación, no perjudicar a estudiantes y salvar el semestre. Hoy existe la incertidumbre de si el Gobierno levanta la cuarentena para planteles de educación o la mantiene para el segundo semestre. Eso ha llevado a padres de familia y a estudiantes a mostrarse reacios a tomar las matrículas, bien por problemas económicos o de conectividad, o bien por querer una educación presencial en la formación de sus hijos.
Con todas las oportunidades que están brindando los centros universitarios y el Gobierno, es imperativo que los estudiantes igualmente asuman un compromiso de terminar de pasar la noche oscura en compañía de todos los condiscípulos que iniciaron el viaje. Las dificultades templan el espíritu, explorar caminos desconocidos también forja y forma para la vida, experiencias nuevas abren horizontes y perfilan al luchador del mañana. No es la vida muelle y tranquila la que nos permite prepararnos para un mundo hostil como el que nos está tocando vivir. Máxime cuando las IES están asumiendo los nuevos retos con seriedad y relativo éxito.
Así es, mis queridos muchachos, que la permanencia de las universidades también pasa por ustedes y, ¡de qué manera!

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