Afirmaciones de la novela “Familia” (EL MUNDO)

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Por Ramón Elejalde Arbeláez

Si bien la Real Academia Española define primeramente la novela como “aquella obra de la literatura que, desarrollada en prosa, se encarga de narrar acciones que pertenecen parcial o totalmente al ámbito de la ficción”, no dejan de causar extrañeza, por lo contundentes y reveladoras algunas afirmaciones que trae la novela “Familia” del autor Jairo Osorio Gómez, recientemente publicada y que tanta promoción en medios ha recibido.

“‘Familia’ es una obra sin reatos morales, que le sale al paso a otras obras escritas de oídas o con afán interesado, pues como dice el narrador ‘la facultad de recordar de ciertos hombres es acomodadiza’, y en este caso parte del presupuesto de ser descarnada en el lenguaje, los acontecimientos y los personajes. Unos sueños que exorcizan la memoria, pero, paradójicamente, desde la particularidad genealógica enrostra las desmemorias de la sociedad antioqueña” (Luís Fernando González). Es una obra que desviste a la familia antioqueña y rompe con estereotipos que por largos años hemos creído.

Jairo Osorio en su obra no ahorra historias, ni reserva para sí detalles aburridores de su familia. Es directo. Las vergüenzas de su entorno más cercano salen a relucir con todo su dramatismo y sus lastres. Pero muchas personas más, ajenas a los suyos, no salen bien librados. En muchas ocasiones cita nombres, en otras cuenta las historias pero oculta a los responsables.

“Respetábamos la intimidad de la bodega de Pacho (Cifuentes), alejándonos de los notables que se reunían  en la sala de juntas de la trilladora. […] coincidimos muchas veces con algunos de ellos. Los Santoyos, mi general M., habituales del local en la época en que celaban la región…”. (“Familia”. Ediciones B Colombia, pág. 163). Narra que a esa bodega, cercana a la Policía Metropolitana, llegaron personajes como Carlos Castaño, Don Berna, Otto Herrera y el mismísimo Chapo Guzmán. En el sitio aún se conserva el helipuerto que Pachito hizo construir para recibir a sus “ilustres” visitantes, incluyendo a quienes debieron ser nuestros guardianes. Amable lector, ¿no se le hacen conocidos los temas y los personajes de la novela con historias que hoy se ventilan en los grandes medios?

“Durante las recepciones familiares del tío (Alfredo Gómez), a principios del setenta, Piero solía interpretarle una y otra vez  su canción preferida de entonces: ‘Viejo, mi querido viejo’”. (Ob. cit., pág. 106). Era pues, según el autor de la obra, el famoso cantautor argentino Piero un animador muy especial de las veladas que realizaban algunos personajes de mala conducta.

“Antes que Roberto Suárez Gómez, rey de la coca en Bolivia, Don Alfredo (Gómez) tuvo negocios con los Castros por injerencia de Torrijos. La amistad con el general  provenía de la época inaugural de su oficina en Panamá. A cada comandante de guarnición en Colón él lo asentaba religiosamente en la nómina de la organización” (Ob. cit., pág. 105).

Le contabilicé a la obra de Jairo Osorio más de 38 citas como las anteriores. Todas ellas terriblemente dicientes y graves, que inexplicablemente los medios de comunicación y los comentaristas del acontecer nacional han desconocido.

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