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Por Ramón Elejalde Arbeláez

Esta multinacional, hoy inmersa en el más grande escándalo de corrupción en América Latina, fue fundada en Salvador (Brasil) en 1944 por Norberto Odebrecht. Uno de sus nietos, Marcelo Odebrecht, quien la dirigió hasta hace dos años, fue el encargado de orientar la última etapa de la empresa, caracterizada por la impresionante cantidad de dinero repartido por muchos países, especialmente en esta región del mundo. Es la ingeniería y la construcción la gran fortaleza de esta Empresa, aunque también han incursionado en negocios de manufacturas de productos químicos y en petroquímicos.

Inicialmente el fuerte de sus negocios se centró en Brasil, pero paulatinamente se fue extendiendo por todo el continente. El final del emporio empresarial y de coimas comenzó cuando a comienzos del año 2016 el juez Sergio Moro dispuso varias órdenes de captura contra la cúpula del conglomerado, que para esta época ya tenía varias filiales, muchas de ellas con el nombre agregado de la casa matriz. El lavado de dinero, corrupción, asociación para delinquir y evasión fueron los delitos iniciales que el juez Moro les endilgó.

La Justicia Norteamericana también destapó a Odebrecht como una multinacional del crimen a finales de 2016 e indicó que la empresa constructora y de ingeniería había permeado con sus mañas a Venezuela, Argentina, Ecuador, Panamá, República Dominicana, México, Perú, Guatemala, Colombia, Angola, Mozambique y al mismo Estados Unidos.

La primera testigo contra la tenebrosa maraña de corrupción que desde 1980 tejió Odebrecht fue la señora Concepción Andrade, inicial secretaria que tuvo la filial creada por los brasileños para corromper al mundo. Doña Concepción tuvo la precaución de llevarse consigo, en 1992, cuando fue despedida, todos los archivos que por esos 12 años comprometían a Odebrecht con varios gobiernos, especialmente de Suramérica.

Hoy, mediante pruebas recaudadas por los gobiernos de Estados Unidos y Brasil  y también por las autoridades judiciales de las otras diez naciones comprometidas en el escándalo, el mapa político de la región amenaza con cambiar de plano toda su estructura y producir el más grande sismo jurídico-político de que se tenga noticias en el continente. Es fácil observar el hastío de la opinión pública con tan extravagante y descarado nivel de corrupción. Hastío que está obligando a la justicia de estos Estados a buscar, hasta las últimas consecuencias, toda la verdad sobre Odebrecht y su influjo malsano sobre los gobiernos de turno.

No será fácil ocultar la verdad ante el grado de indignación social existente. Es posible, como sucede en Venezuela y en Ecuador, que conocer toda la verdad demore un poco, pero más temprano que tarde ella irá saliendo a flote y puede que mucha de esa verdad no aparezca dentro de los territorios de algunas de estas naciones, pero lo que ya se sabe en Estados Unidos y en Brasil hará que el entramado de corrupción con Odebrecht termine por conocerse totalmente. Se vino pues un saludable destape de impredecibles consecuencias para estos países del continente americano.

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