Todos los días es más caótica y cruel la situación de nuestra vecina Venezuela, agravada por la polarización de las fuerzas enfrentadas. De un lado está una oposición fortalecida, que todos los días hace más presencia en las calles de sus grandes ciudades, que la adversidad y la persecución gubernamental ha obligado a consolidarse y a unificarse y del otro un Gobierno cada día con menos respaldo popular, debilitado por el pésimo manejo de la economía y sus consecuentes secuelas de desabastecimiento, hambre y desempleo, pero con una evidente fortaleza que le ha impedido caer ante la avalancha popular: sus fuerzas militares, protagonistas negativas de primer orden en la tragedia venezolana.
El Ejército de Venezuela tiene el protagónico papel de ser el sostén, tal vez ya único, del régimen de Nicolás Maduro. Una tropa hábilmente seleccionada y conducida por un régimen torpe, importantes cargos en el ejecutivo entregados a la oficialidad, buenos sueldos frente al desastre económico, aumento desmesurado de los oficiales con posibilidades de alcanzar altos rangos y el otorgamiento de derechos políticos a la tropa, han sido algunos de los señuelos que el Ejecutivo ha dado a la Fuerza Pública en ese querido país para tenerlos de su lado. Es obvio que todas estas gabelas han llevado a una politización desmesurada a una tropa que debería estar garantizando el orden y la soberanía venezolana y no ayudando a contener el creciente malestar de un pueblo y a reprimir, hasta con la muerte, a los opositores.
La economía tambalea y día a día aumenta la escasez de dinero. Desde hace dos años el petróleo, fuente principalísima de la economía venezolana, ha venido perdiendo precio en el mercado internacional, dejándoles a los Estados petroleros una difícil situación económica, que para nuestros vecinos se ha vuelto aún más perjudicial por la escaza gobernabilidad y capacidad de maniobra que tiene para sobrellevar esa dificultad. Estados Unidos viene amenazando con tomar medidas económicas contra nuestros vecinos. Si una de esas decisiones es la prohibición de comprarle crudo, el régimen gobernante tendría los días contados. Esa determinación ha tenido enemigos dentro del Gobierno gringo por la catástrofe humanitaria que ella traería aparejada pues de los pocos compradores de petróleo que le adquieren el combustible con dinero contante y sonante son los Estados Unidos. No olvidemos que, para poder soliviantar sus dificultades económicas, Maduro ha tenido que vender petróleo con entrega posfechada a muchas potencias en el mundo, entre ellos Rusia y que hoy, para honrar sus deudas, simplemente está despachando el producto que ya le fue pagado en años anteriores.
La crisis venezolana ya se ve reflejada sobre casi todos los Estados Latinoamericanos. La avalancha de nacionales de esas tierras que legal e ilegalmente están llegando son incontables y demuestran la amarga realidad de un pueblo desesperanzado, hambriento y sediento de un mejor vivir. Este proceso migratorio es inocultable y en Medellín ya lo estamos viviendo. Conozco profesionales y estudiantes de Derecho que están buscando afanosamente universidades para convalidar sus títulos los primeros y poder trabajar y los otros poder continuar y terminar sus estudios. Lamentablemente el drama venezolano se expande.