Vuelve la barbarie.

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Cuando creíamos superadas las dolorosas épocas en las cuales con alguna frecuencia estallaban bombas y carros bomba en las ciudades colombianas, este jueves revivimos esa dolorosa tragedia y con una inusitada y cruel violencia.

Pensándolo sinceramente y apartándome de los especialistas en estos temas, se puede afirmar que en nuestra patria solamente existen dos grupos con capacidad financiera, de infraestructura y de preparación, para efectuar un acto terrorista de las dimensiones del realizado el pasado 17 de los corrientes en la Escuela de Cadetes de la Policía General Francisco de Paula Santander, en Bogotá: El Ejército de Liberación Nacional –ELN- y la extrema derecha, a través de sus distintas expresiones armadas. Los demás grupos o grupúsculos no tienen la capacidad para llevar a cabo una acción de esta naturaleza. En el caso que nos ocupa, todo apunta a que fue el grupo guerrillero ELN, aunque no deja de asombrar que utilicen, para su fechoría, un carro adquirido, asegurado y revisado mecánicamente, por su comprador real, miembro activo del grupo terrorista y que él mismo sea quien lo opere en el terrorífico incidente. Enorme torpeza, si así fue.

No deja de ser igualmente una acción burda y totalmente equivocada. Si están pretendiendo presionar a un Gobierno de derecha, elegido sobre propuestas de enfrentar con las armas a las guerrillas, como principal mecanismo para derrotarlas, no pueden pensar que con actos terroristas van a conseguir que se reanuden los diálogos. Están es justificando la mano dura del Estado. Pero por otro lado, endurecen la posición de los que reclaman la derrota militar de los subversivos; reducen la capacidad de maniobra de la oposición democrática; debilitan ¡y de qué manera! la lucha que había iniciado el pueblo contra la corrupción; comprimen las expresiones democráticas del pueblo en la calle; justifican la represión y la limitación de algunas libertades, consolidadas después de largas luchas.

El discurso de quienes creemos en la solución negociada del conflicto con los grupos levantados contra el Estado, se ve fuertemente menoscabado y explica posiciones extremistas. Tanto absurdo junto, es inexplicable.

Atacar una escuela de formación de oficiales de la Policía, en momentos en los cuales se realizaba un acto público multitudinario, donde quienes asistían eran personas humildes, que estaban allí por la culminación de los estudios de sus familiares y amigos, es otro gravísimo error de los atacantes y un acto de suma cobardía y barbarie, así allí no fuera solo pueblo, el concurrente.

Solidaridad total con la Policía. Rechazo contundente a estos actos de barbarie. Abrazo a los familiares y amigos de las víctimas y rodear a las autoridades para que superen la dificultad y den con todos los responsables del abominable crimen, que en nada difiere del igualmente execrable que desde hace algunos meses se efectúa contra líderes sociales, que luchan por la restitución de sus tierras, o que se oponen a la minería ilegal, o que apoyan la sustitución de cultivos ilícitos.

¡Qué no vuelva la barbarie! ¡Qué Colombia viva en paz!

*- Fotografía tomada del periódico El Espectador.

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