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Los anuncios, con bombos y platillos, de una apertura total de todas las actividades de la vida nacional, realizada por algunos alcaldes, gobernadores y la mismísima presidencia de la República, han dejado estupefacta a alguna parte de la sociedad que observa un incremento en la pandemia, jamás visto en el tiempo que esta lleva azotando al mundo. En quince meses de frenética presencia del virus, dejando tristezas, dolores y muerte, estos días son los de números más altos de infectados y de fallecidos, por eso asombran los anuncios.

Un análisis sereno de la situación nos demuestra que realmente la tal apertura definitiva de toda la economía del país, ya sucedió hace varios días. La vida nacional se ha venido normalizando, pues muchas de las medidas tomadas fueron meramente nominales y a ellas poca atención le prestaba la gente, salvo actividades como el cine, el teatro, el fútbol, los bares y cantinas, para citar unos ejemplos, lo demás ya era de diaria vivencia. Las multitudinarias marchasde protesta, de uno y otro lado, habían legitimado ya a las muchedumbres y la gente le perdió el temor al virus, con pocos argumentos serios por lo demás.

El proceso de vacunación se ha venido normalizando, después de una inicial morronguera del Gobierno nacional, que se le percibió dubitativo en el proceso de negociación de las mismas con las farmacéuticas productoras del biológico y de la aún persistente inequidad en la distribución mundial de las mismas, producto de la avidez de los países poderosos y del espíritu de obtener utilidades, que siempre caracteriza a los productores de medicamentos. Podemos pues concluir que hoy fluyen las vacunas con más agilidad y que este proceso se viene cumpliendo en forma ordenada y ya con cierta presteza. Proceso al que han contribuido muchos solventes, que han viajado a los Estados Unidos a obtener su líquido inmunizador.

Quedan muchas dudas con la decisión tomada, que como lo digo, lo único que hace es legitimar un hecho incontrovertible que venía sucediendo. Algo le debe indicar a nuestros gobernantes un número superior de infectados a las treinta mil personas o un registro de más de quinientos muertos diarios. Eso y el alto y tenebroso porcentaje de camas de cuidados intensivos ocupadas, no son precisamente datos que nos permitan lanzar campanas al viento, ni cantar la victoria de un triunfo de la ciencia sobre el covid. Nada de eso. Estamos muy lejos de tal acontecimiento.

Otro error es creer que la vacuna nos vuelve inmortales. Ésta, a lo sumo, puede lograr que la enfermedad sea más benigna, pero alejarla del todo será un objetivo que obtengamos solo cuando más del 70 % nos encontremos inmunizados. Muchos de los resultados de la efectividad de las vacunas apenas están por verse, no podemos olvidar que estas se inventaron, si cabe el término, sobre la marcha de la enfermedad y apurados por la misma.

De manera pues que la invitación es a seguir, todos, vacunados o no vacunados, jóvenes o viejos, observando las medidas de bioseguridad y a cuidar la vida, tan frágil por estos días de pandemia.

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