Bernardo Guerra Serna, un gran líder que nos deja.

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Imposible desconocer la importancia de Bernardo Guerra Serna en la vida política y administrativa de nuestro país, en los últimos sesenta años. En el doctor Bernardo Guerra es fácil observar la exitosa carrera de una persona que partió del querido pero lejano municipio de Peque y de un hogar dignísimo pero afincado en esas ariscas montañas antioqueñas, hogar que tuvo la inteligencia de enviar a su hijo a educarse a colegios de Fredonia y Rionegro y después a emprender la profesión de abogado.

Abrirse paso entre la dirigencia liberal antioqueña, en épocas donde esas jefaturas se ejercían desde exclusivos clubes, sería el primer gran reto que enfrentaría Guerra Serna. Lo hizo con éxito y con inteligencia y logró consolidar una jefatura popular que ya Rafael Arredondo había intentado. Indiscutiblemente que este paso es el primer gran éxito del jefe rojo. A ese lo siguieron otros éxitos no menos importantes: promovió a muchos dirigentes regionales hasta llevarlos a las altas dignidades del Estado, convirtió al liberalismo en una fuerza política significativa en el Departamento y en Colombia, originó pasión y amor por la bandera y el himno de su partido, defendió con ahínco las tesis socialdemócratas del liberalismo y presidió épocas de gloria y bonanza roja en una región que hasta entonces fue de gran mayoría conservadora.

Fue diputado a la Asamblea de Antioquia, donde comenzó a labrar su liderazgo nacional; luego fue representante a la Cámara, concejal de Medellín y de por lo menos 100 municipios antioqueños cuando la Constitución permitía este tipo de elecciones; alcalde de Medellín, tal vez en una de las más brillantes administraciones que la ciudad haya tenido, como que para la época construyó la avenida Jorge Eliécer Gaitán o Avenida Oriental, tan criticada por faraónica en su época y tan útil hoy en una ciudad en crecimiento; fue senador de la República en varios períodos y presidente del Congreso; igualmente se desempeñó como gobernador de Antioquia. Ocasionalmente fue embajador en la OIT y en las Naciones Unidas” (Ramón Elejalde. EL MUNDO. 2010).

El mayor esplendor político de Bernardo Guerra fue en la década de los años ochenta del siglo pasado, cuando obtuvo votaciones impensables y logró copar la generalidad de curules a las corporaciones públicas locales y regionales y elegir a la mayoría de la representación paisa al Congreso de la República. En su fugaz paso por la Gobernación de Antioquia fue elocuente la frase de algún funcionario de Planeación Departamental, oficina donde verdaderamente se mide el trabajo de una administración: “Este señor es un buldócer que nos tiene trabajando hasta altas horas de la noche” (Artículo citado).

Dos anécdotas para finalizar. Por el año de 1995, en el primer piso del Edificio del Congreso, coincidimos casi todos los parlamentarios liberales antioqueños y en un amable círculo estábamos comentando las vivencias del famoso proceso contra el entonces presidente Ernesto Samper, cuando se nos acercó Víctor Renán Barco, y nos dijo, en tono ceremonioso: “Que bueno verlos juntos. Ustedes todos se dedicaron a exterminar políticamente a este señor, señalando a Bernardo Guerra y se los digo desde ya, van es a volver añicos al partido liberal”. Nada que agregar.

“Durante el año de 1997, cuando se discutía un proyecto de ley que tenía que ver con la carrera administrativa de la Fiscalía General, me visitaron dos funcionarios de esa dependencia que hacían parte de la Comisión que manejaba la carrera de esa entidad, el doctor Rubén Darío Correa y una dama, contadora pública que hacía parte del CTI. Recuerdo una frase de esta última: “Si en este edificio supieran quién soy yo me sacarían. Llevo casi dos años esculcando políticos en el proceso 8.000” después de preguntarme quien era el senador con el cual me habían elegido en fórmula e indicarle que era el doctor Bernardo Guerra me dijo: “No hay político en Colombia que hayamos esculcado tanto como al doctor Guerra. Nada le pudimos encontrar”. Prueba de la transparencia como actuó siempre Bernardo Guerra Serna. Paz en su tumba.

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