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De cara al futuro del país es bueno hacer un análisis descarnado y en lo posible, verídico, sobre las realidades que vivimos. Estamos frente a una coyuntura histórica, que seguramente marcará por años la vida de la nación.

El establecimiento y los partidos políticos tradicionales vienen decayendo día a día y cada momento su caudal electoral es más reducido. Han perdido su capacidad de gobernar por carecer de un respaldo popular considerable. Son parte, y bien importante, de la crisis que afrontamos. Los partidos políticos que en los últimos años han emergido, producto del desengaño existente con liberales y conservadores, también son arrastrados por esa preocupante actitud del pueblo que tampoco cree en ellos. Una respuesta, dentro de lo que llamamos establecimiento, es insuficiente mientras el escepticismo se apodera de la ciudadanía.

Ahora resultan dos ingredientes nuevos que terminan por sepultar las esperanzas del pueblo colombiano: primero, un desengaño colectivo frente al nuevo gobierno y un desplome en la favorabilidad del mismo en todas las encuestas de opinión. Y segundo, un infortunado video donde Gustavo Petro, líder visible de la oposición, aparece contando un dinero e introduciéndolo en unas bolsas plásticas.

El desplome del gobierno del doctor Iván Duque en la favorabilidad de los colombianos es preocupante porque la ciudadanía, real o falsamente, está con la incertidumbre de no saber si estamos bien o mal gobernados. Las esperanzas que más de la mitad de los votantes depositaron en el gobierno recién posesionado, se van difuminando y eso, obviamente, acrecienta el grado de incertidumbre y desesperanza. Lo peor es que esas circunstancias están acabando la aceptación y favorabilidad que por más de diez y seis años tuvo el doctor Álvaro Uribe en la opinión pública. Ese fenómeno que dieron en llamar “efecto teflón”, también está dejando de cubrir al expresidente.

El video de Gustavo Petro, solo con observarlo sin calificar circunstancias de modo, tiempo y lugar, produce desazón y un sinsabor que también impactó negativamente a parte de la opinión.

Estamos pues frente a hechos que le hacen pensar al hombre del común que no hay solución, que todo es negativo para y desde donde se observe. Las salidas posibles de semejante atolladero se van derrumbando y con ellas las esperanzas. ¿Comenzarán a salir las soluciones mágicas estilo Chávez en Venezuela o Bolsonaro en el Brasil?  Tendríamos que aplicar el dicho de los abuelos: “para peor la mejoría”.

Este azaroso panorama se ve aún más ensombrecido por lo que se va conociendo, a cuentagotas por lo demás, del escándalo Odebrecht. Las críticas al Fiscal General de la Nación y a empresas de uno de los hombres más poderosos económicamente de Colombia, son ingredientes tóxicos para este peligroso cocido que estamos preparando en nuestra patria.

Requerimos partidos políticos fuertes. Necesitamos líderes a toda prueba, que comanden la reconstrucción de lo que nos va quedando. La orfandad es casi total y no es pesimismo. Es realismo.

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