Por: Ramón Elejalde
Se encuentra reunida Convención del partido Liberal en Cartagena resolviendo asuntos importantes de su futuro inmediato, especialmente la dirección de la colectividad, la cabeza de la lista al Senado para las próximas elecciones y la candidatura que apoyará el liberalismo para la Presidencia de la República.
No es ningún secreto que la mayoría de la dirigencia liberal ya se encuentra comprometida con la candidatura reeleccionista de Juan Manuel Santos y que en este asunto la Convención no dará noticias novedosas. Todo está armado para producir unos resultados que “las bases” del partido refrendarán sin mucha discusión. El liberalismo nunca tuvo interés de promover un candidato o de proyectar una figura joven que lo mantuviera como un partido histórico, con opción de poder. Vamos, peligrosamente, por el mismo camino del partido Conservador, convertido hoy en un partido escalera, por donde suben todos los candidatos sin que se anime a aupar a uno de los suyos. Renunciar a ser opción de poder es renunciar a uno de los fundamentos básicos de las colectividades políticas.
Muchos hechos han llevado al liberalismo a este punto increíble: después de una loable y titánica labor de oposición al gobierno de Álvaro Uribe Vélez, entregó parte de sus banderas atendiendo el peregrino argumento de que Juan Manuel Santos se había retirado, ya en el ejercicio presidencial, de la protección del expresidente Uribe Vélez. Ha sido Uribe quien le viene marcando la agenda al liberalismo y al gobierno, para ser precisos. Otro hecho que tiene a la colectividad roja en el grado de postración actual, es su desafortunada parlamentarización cuando la mayoría de nuestros parlamentarios ha sucumbido a las nutritivas lentejas de antaño o a la dulce mermelada de hoy. Los viejos auxilios parlamentarios han aceitado la maquinaria (léase parlamentarios) de las organizaciones políticas afectas al Acuerdo Nacional y nadie se atreve a destetarse de tan dulce atractivo, aunque todos son conscientes de sus efectos irritantes.
La jefatura única de Simón Gaviria es otro hecho que se ve venir en el día de hoy. No hay lugar a sorpresas. Por lo menos es joven, estudioso y con futuro, así se haya dejado hacer una caricatura terrible con la desafortunada respuesta que le dio a un medio de comunicación sobre una conciliación aprobada por la Cámara y que él, su presidente, no había leído. Como mínimo es una expresión de renovación, una figura fresca. Simón Gaviria es también un rehén de la maquinaria política, del establecimiento, es decir, de los parlamentarios; mucho más positivo hubiese sido una dirección liberal plural, con la presencia de todas las regiones y de todas las expresiones políticas del liberalismo colombiano, como lo viene proponie do la doctora Sofía Gaviria, candidata al Senado.
Con respecto a la cabeza de lista, tampoco la Convención nos depara sorpresa alguna. Todo se encuentra organizado para que sea Horacio Serpa quien lo haga. Sobre este tema, con toda sinceridad, tengo sentimientos encontrados. Serpa es un viejo luchador del liberalismo, de las causas populares y cuando todos creíamos que ya había terminado la etapa de sus aspiraciones electorales, aparece nuevamente. Injusto con Serpa de tratar de vincularlo con la comisión de actos delictivos: es un hombre probo, perseguido desde todos los flancos y víctima de mil calumnias. Lo cierto es que por la salud de la patria y del mismísimo partido Liberal, los que ya somos más pasado que futuro deberíamos abrirle los espacios a la juventud que irrumpe deseosa de hacer política. No podemos pedirle al expresidente Uribe Vélez que asuma su condición de “ex” con la dignidad y reposo con que lo viene haciendo desde hace muchísimos años el doctor Belisario Betancur, cuando entre nosotros no se hace el “retiro amable” con la misma tranquila dignidad.
Lo que nos queda a los liberales de la llanura frente a las decisiones del partido, es seguir ventilando nuestras diferencias desde adentro y respetar, republicanamente, sus determinaciones.