Por: Ramón Elejalde Arbeláez
Está el proceso de paz en su etapa final. Si nos atenemos a los plazos convenidos, en escasos treinta días las partes deben estar firmando el documento final. Es posible que la firma se prolongue por unos días más, pero ya asistimos a los momentos definitivos y concluyentes de la paz con las Farc.
El pasado jueves 18 de los corrientes observamos la manifestación política que realizó las Farc en el corregimiento de Conejo, municipio de Fonseca, departamento de La Guajira, con la presencia de personas del lugar y de departamentos y municipios vecinos, llegados por lo menos en diez buses. Esa manifestación pudo haber sido un excelente mensaje para la opinión pública que lamentablemente la subversión arruinó al reforzarla con personal armado. Proselitismo armado no es sano y sí sumamente peligroso. No puede ser malo que las autodefensas hagan política con gente armada, pero cuando la hacen los guerrilleros en la misma forma sí sea bueno.
El Gobierno reaccionó oportuna y rápidamente y se observa en la opinión pública mucha indignación frente al hecho. Un proceso de paz a punto de finalizar como un acontecimiento histórico que terminará el perenne conflicto guerrillero, no puede quemarse en la boca del horno. Con pie de plomo deben caminar el Estado y especialmente la guerrilla, pues el proceso tiene dentro del establecimiento muchos enemigos que van a buscar su fracaso de cualquier manera.
Entiendo que el proceso deba ser explicado a las bases de la Farc, entiendo que esto lo deben hacer los comandantes, entiendo que el Estado debe brindar los medios y las seguridades para que los comandantes puedan visitar a su gente y también entiendo que estas movilizaciones deben contar con seguridad, así sea la que se dan los mismos guerrilleros. Lo inexplicable es la presencia de los comandantes subversivos haciendo reuniones políticas con la participación de hombres armados. Esa labor, la política, la deben hacer con el pueblo una vez dejen las armas y la protección a esas reuniones las debe brindar, indudablemente, la fuerza pública.
Fue un acto torpe, que parece no ha sido el único, pues ya se escuchan noticias de manifestaciones semejantes en el Caquetá. Muy bueno ver a la guerrilla hacer política, extraordinario que se dediquen a defender sus ideas en la plaza pública, fenomenal que lo hagan desde las trincheras que brinda la democracia y en los recintos que ella tiene para esos menesteres, pero no con armas pues esto es intimidatorio y violento.
Si queremos que el proceso de paz que está concluyendo se concrete en la realidad, el Gobierno debería llenar de confianza a las Farc de que van a encontrar espacios democráticos para defender sus propuestas y sus tesis; y también las Farc y el Gobierno deberían llenar de confianza al pueblo colombiano de que no existirán más armas ni más violencia.