El debate celebrado el pasado 27 de los corrientes en Atlantaentre los dos principales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, para las elecciones que se efectuarán el próximo cuatro de noviembre, dejan al descubierto unas vergonzosas evidencias que deben tener altamente preocupado al electorado gringo. Tanto Donald Trump como Joe Biden son dos personas, de 78 y 81 años de edad, ya mayorcitos para una responsabilidad tan abrumadora como la que les espera.
Evidentemente que Trump se ve más lúcido mentalmente y con más vitalidad, que un Biden débil, lento para responder y muy avejentado, que por ratos se veía distraído o perdido mentalmente, al extremo que la presentación del actual presidente norteamericano pareció más un evento humillante y deplorable para él, que una confrontación de posiciones en un escenario seguido por millones de televidentes.
Resulta paradójico que Donald Trump figurara al final de la contienda como el gran ganador, propiciándole a su contrincante una derrota avasalladora, cuando los medios de comunicación más importantes de los Estados Unidos, le contabilizaron algo más de treinta mentiras de notable evidencia, durante todo el debate. Trump pudo acudir al engaño y a la mentira y el presidente Biden no estuvo en condiciones mentales de responderle y ponerlo en su punto. El presidente en ocasiones divagaba y respondía con incoherencias, tanto que Trump en un momento del enfrentamiento le exteriorizó: “Realmente no sé que dijo al final de esa oración. Creo que él tampoco sabe lo que ha dicho”. Si antes de la lid existían dudas sobre las capacidades físicas y mentales del presidente Biden, con el debate, como lo dice el The New York Times, estas dudas se exacerbaron y generaron pánico en las huestes Demócratas, que hoy los tienen al borde de la histeria y sin saber que hacer, ante la inminente derrota electoral que se les avecina.
Realmente asombroso que hoy EE.UU. tenga ad portas de la presidencia a un hombre cuestionado judicialmente, que acude a la mentira y a la exageración para derribar a su opositor, simplemente por el hecho de la terquedad de un presidente, que como Biden, debería entender él y su séquito, que no está en condiciones de permanecer custro años más en el poder en esa poderosa nación. Yo diría, con algo de lógica, que no está siquiera en condiciones normales para terminar lo que le resta del período presidencial.
Triste dilema el que vive la nación más poderosa del mundo, pero más lamentable la situación del partido Demócrata,abocado a sostener una aspiración inviable y derrotada de antemano, por la incapacidad de su candidato. Así se va desmoronando un imperio, por poderoso que sea.
Indudablemente que Joe Biden debería declinar su candidatura para bien de los Estados Unidos, así su reemplazo no tenga muchas opciones. No puede existir confrontación ideológica entre un ser con todas las capacidades cognitivas y otro que dejó muchas dudas sobre su salud, por frágil y sospechosa de ser capaz de guiar a la primera potencia del mundo.
Finalmente, la disyuntiva de los gringos es escoger entre dos decrépitos, que ya chochean demasiado, puede que uno más que el otro.